El término de contabilidad ambiental, contabilidad verde, contabilidad ecológica… hace referencia a incluir dentro de la propia contabilidad de la empresa elementos que aludan al impacto ambiental que producen sus acciones. De este modo, los beneficios o pérdidas a los que se refieran en los resultados contables no serán estrictamente «monetarios», sino también medio ambientales. Se trata de un reflejo del esfuerzo cada vez más notorio de las empresas por verse más involucradas en el respeto por el medio ambiente, incluso en las cuentas internas de la empresa.
Para poder llevar esto a cabo, cabe resaltar que es de suma importancia la implicación de la estrategia empresarial en los denominados proyectos verdes, aquellos que implican a la empresa en actos que respeten o favorezcan el uso de los recursos naturales en la sociedad. También se refiere a aquellas prácticas que aluden a un buen comportamiento de la empresa con el medioambiente (como la reducción del uso de plásticos en sus productos, no testar contra animales, etc.).
Gracias a estos proyectos verdes, la empresa podrá alcanzar beneficios medioambientales frente a otras empresas que no tengan en cuenta este tipo de prácticas. En general, la contabilidad medioambiental mide el uso de los recursos, así como su impacto y los costes que ello conlleva.
Entre los costes, la empresa puede incluir impuestos que deba pagar al gobierno por sus prácticas, los residuos que arroja al ecosistema, el uso o compra de tecnología verde, así como las multas ocasionadas por los actos que realiza, etc…
La contabilidad medioambiental se compone de una cuenta ecológica y otra convencional adaptada. La convencional adaptada trata de medir el impacto sobre el medioambiente en términos monetarios de las acciones que realiza la empresa. La ecológica mide lo mismo pero en términos físicos (cuántos kilogramos de residuo expulsa, cuánta energía ha consumido, cuántos gases nocivos ha emitido…)