En general, al hablar de sostenibilidad nos referimos a la posibilidad de satisfacer las necesidades actuales de la sociedad y asegurar el crecimiento económico a la vez que respetamos el medioambiente y a la sociedad en general.
Como hemos avanzado, la sostenibilidad no solo se limita al ámbito medioambiental. También se puede referir a términos económicos, cuando se prefiere seguir modelos que sean sostenibles tanto para la empresa como para las personas que se ven involucradas. Y también se puede referir a términos sociales, cuando se busca que la igualdad en la sociedad en la que están presentes las actuaciones de la empresa sea equiparable para todos.
Muchos de los problemas que hay actualmente en la sociedad están planteados por una mala sostenibilidad. Cada vez es más común estar al tanto de ellos; se plantean los problemas pero son muy pocas las soluciones que se intenta ofrecer.
Las empresas tienen mucho qué hacer en este ámbito. Deben readaptar sus estrategias hasta los niveles adecuados para crear las expectativas adecuadas de sostenibilidad. Los organismos europeos premian y financian este tipo de prácticas, que además de asegurar el bienestar social, también aseguran un alto rendimiento por las inversiones realizadas en sostenibilidad.
Por su parte, cabe mencionar que algunos órganos de la UE sí que imponen leyes y restringen algunas prácticas para que se asegure ciertos mínimos de sostenibilidad. Tanto es así, que se recomienda a los empresarios establecer el desarrollo de sus objetivos a través de una base puramente ética y centrándose en el desarrollo sostenible y el respeto al medioambiente. Esto podría evitar futuras readaptaciones estratégicas o incluso ahorrar ciertos enfrentamientos con las políticas de la UE en esta dirección.