Cuando se habla de este término, nos estamos refiriendo a un concepto general que nos alerta del impulso para desear o hacer algo. En concreto, el incentivo es aquello que nos impulsa a desear o hacer algo, ya sea de algo real (monetario o en especie) como algo simbólico (algo representativo para los intercambiantes).

Cuando estamos encasillando el término en el ámbito de la economía, el incentivo es el estímulo realizado por una persona, empresa o sector con el objetivo de incrementar la producción o mejorar el rendimiento. De este modo, encontramos, por ejemplo, incentivo monetario para trabajadores, incentivos para recortar impuestos, etc.

La estimulación, en ciertos aspectos, puede tratarse de una recompensa que se le da a una persona como buen desempeño de la actividad que ha realizado (normalmente por motivos laborales).

Los incentivos pueden ser de diferentes magnitudes o niveles: encontramos aquellos que se hacen para alcanzar determinados rendimientos u objetivos, o aquellos que directamente se dan para poder premiar cierta actitud o el hecho de haber alcanzado ciertas metas.

Cabe mencionar un aspecto fundamental de los incentivos, y es el programa de incentivos (PDI). Se trata de un programa que, sistemáticamente, trata de mejorar el ambiente y rendimiento de una compañía a través de los incentivos que se ofrecen a los individuos y equipos. Entre los principales objetivos encontramos: la promoción de acciones, dirigir a los participantes (trabajadores de una compañía) hacia un fin concreto, integrar ciertas estrategias para motivar al personal, etc.

Los PDIs pueden ser utilizados para poder medir ciertos rendimientos, mediante la integración de dichos incentivos. De este modo, podemos saber cuánto aumenta la productividad o rendimiento de un determinado trabajo. Para ello, es importante marcar bien el fin específico que se quiere alcanzar, así como plantearse unos buenos objetivos para obtener buenos resultados.